viernes, 1 de agosto de 2014

El extraño caso del hombre que volvió de la muerte


Es sabido que en Haití pueden encontrarse adoradores de todas las formas en las que se presentan las religiones y el ocultismo, sobre todo cuanto más hacia la oscuridad se inclinen. También, que se trata ese país de la cuna del ritual vudú (al que algunos asocian con algunas formas del satanismo). Si bien se cree que las complejas sutilezas del vudú son una reliquia del pasado, en fecha tan reciente como 1980 una mujer de nombre Angela Narcisse se encontró con una persona en un mercado de una pequeña ciudad de Haití. El desconocido, al que ella, por supuesto, no reconoció, afirmó ser su hermano. Fue entonces que Angela Narcisse reconoció a su cercano pariente, el cual había muerto hacía dieciocho años. Tras superar la sorpresa inicial, Angela escuchó el relato que su hermano, Clairvius Narcisse, tenía que hacerle.
La historia de Clairvius Narcisse implica conocer cómo es posible, para el ritual haitiano del vudú, apropiarse del alma de una persona antes de que ésta fallezca. El procedimiento se inicia con la consulta a un bokor, un hechicero o brujo, que es quien lleva adelante la operación mágica. En el caso de Clairvius Narcisse, se trató de su hermano, con quien mantenía una disputa por tierras.
Luego de enfermar y ser llevado al hospital, Clairvius Narcisse comenzó a sentir un profundo sopor que lo sumió en un sueño consciente. Desde ese estado particular, presenció, sin poder moverse ni hablar, cómo los médicos los declaraban muerto y preparaban las ceremonias de entierro, luego de entregar el cadáver a la familia. Narcisse fue sepultado y permaneció inmóvil pero vivo durante unos días, hasta que oyó el retumbar de unos tambores y a un hombre pronunciar lo que parecían ser fórmulas mágicas en una lengua extraña. Clairvius Narcisse fue despertado de su sueño y pudo levantarse de su tumba, ya que su ataúd había sido desenterrado. Pero fue entonces que manos anónimas lo encadenaron a una hilera de personas en su misma situación y lo condujeron a marchas forzadas hasta una lejana plantación de azúcar, en donde fue obligado a trabajar. No era difícil someter a la población de zombis: no poseen voluntad, ya que el alma les ha sido arrebatada por el bokor, y no pueden sino obedecer a sus amos, los esclavistas a quienes el bokor vende a sus víctimas.

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